INTRODUCCIÓN A LA TEOLOGÍA LECCIÓN 3
(Lección 3)
FE Y PALABRA
La fe es más bien el resultado de un diálogo, expresión de la audición,
de la recepción y de la respuesta que, mediante el intercambio del yo y del tú, lleva al hombre al <<nosotros>> de quienes creen lo mismo.
San
Pablo nos dice que <<la fe viene de la audición>> (Rom 10,
17).
En síntesis,
puede afirmarse que la fe procede de la <<audición>>, no de la
>>reflexión>>, como la filosofía.
Su esencia no estriba en ser proyección de lo concebible, a lo que se ha
llegado después de un proceso intelectivo.
La fe nace, por el contrario, de la audición; es
recepción de lo no pensado, de tal modo que el pensar en la fe es siempre
re-flexión sobre lo que antes se ha oído y recibido.
La
fe no es un fruto de mis pensamientos; me viene de afuera; la palabra no es
algo de que dispongo y cambio a mi gusto, sino que se anticipa a mí mismo, a mi
idea.
El hombre logra tratar con Dios cuando trata con los demás hombres, sus
hermanos. La fe se ordena por esencia al
tú y al nosotros; sólo a base de esta doble condición une al hombre con
Dios.
La fe bíblica en Dios
El problema de la historia de la zarza ardiente
El texto central veterotestamentario para la
compresión y confesión de fe en Dios es la narración de la zarza ardiente (Ex
3); en ella se revela a Moisés el nombre de Dios y se pone el fundamento de la
idea de Dios que seguirá vigente a lo largo de toda la vida de Israel: El Dios oculto y revelado
en la zarza ardiente llama a Moisés para caudillo del pueblo; el texto describe
también las dudas de Moisés que solicita su claro conocimiento del que le
encomienda esa misión, y una prueba manifiesta de su poder. En este contexto se desarrolla el diálogo que
desde antiguo ha dado lugar a innumerables interpretaciones:
El sentido del texto es claro: quiere hacer del
nombre <<Yahvé>> el nombre decisivo de Dios en Israel, porque se
arraiga históricamente en los orígenes de la formación del pueblo y de la
conclusión de la alianza y porque se pide una explicación de su significado: Esta se realiza al relacionar la incomprensible
palabra <<Yahvé>> con la raíz baja=ser. Esto es posible, visto el tenor consonántico
del texto hebreo; pero es por lo menos cuestionable si tal raíz filológicamente
es el origen real del nombre: se trata, como sucede muchas veces en el antiguo
testamento, de una interpretación teológica, no filológica. No se trata de
investigar el sentido etimológico original, sino de darle aquí y ahora un
sentido. La etimología es en verdad un
medio por el que se busca el sentido de las palabras. La palabra <<Yahvé>> puede
explicarse por la palabra <<ser>> (yo soy); pero las palabras
siguientes, es decir, que Yahvé es el Dios de los padres, el Dios de Abraham,
el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, quieren dar un nuevo significado al nombre. Es decir, la
comprensión del nombre <<Yahvé>> se amplía y profundiza de tal modo
que el Dios nombrado se equipara al Dios de los padres de Israel, invocados con
los nombres El y Elohim.
-Para el pensamiento es un escándalo el hecho de
que Dios tenga un nombre. ¿Puede ser
esto algo más que un recuerdo del mundo politeísta en el que nació por vez
primera la fe bíblica? En un mundo en el
que los dioses abundaban como hormigas, Moisés no podía decir: Dios me envía;
ni tampoco: el Dios de los padres me envía.
Sabía que eso era no decir nada, sabía que le preguntarían: ¿qué Dios?
Encontramos sílabas como jab, jo, hayv, pero el
nombre pleno – Yavé – aparece por vez primera, según nuestros conocimientos
actuales, en Israel; parece ser obra de la fe en Israel que se han modelado, no
sin contactos, pero sí creadoramente, su propio nombre de Dios y su propia
imagen de Dios.
Muchos indicios nos dicen que la formación de ese
nombre fue obra de Moisés que se sirvió de él para infundir nueva esperanza a
sus compañeros oprimidos;
parece ser que la última configuración del nombre propio de Dios y de la imagen
propia de Dios, en él incluida, fue punto de partida de la formación del
pueblo. Desde un punto de vista
puramente histórico podemos afirmar que Israel se hizo pueblo partiendo de
Dios, partiendo de la llamada a la esperanza que suponía el nombre de Dios.
-Por otro lado, es importante anotar que no es el Dios
de un lugar, sino el Dios de las personas: el Dios de Abraham, de Isaac y de
Jacob, que, por lo mismo, no se limita a un lugar, sino que muestra su
presencia operante en todos los parajes donde se encuentra el hombre.
BIBLIOGRÁFIA:
BIBLIOGRÁFIA:
Diccionario teológico; Manuales de Pastoral. Ediciones Arquidiocesis de Cuenca - Ecuador 1996
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