INTRODUCCIÓN A LA TEOLOGÍA 6TA LECCIÓN: LOS SACRAMENTOS


LOS SACRAMENTOS


CÓMO SURGIERON

Jesús, durante su estancia en la tierra, pasó el tiempo haciendo el bien a todos (Hch 10,38). Las gentes andaban admiradas por su actuar, por su modo de ser y por los signos que efectuaba. Realizaba gestos misteriosos que daban resultados admirables. A los enfermos les tocaba en los ojos, en los oídos, imponía las manos a las gentes y a los niños. Acompañaba a unos y a otros en situaciones clave de la vida, en bodas, en horas de sufrimiento y en horas de intimidad, comiendo con buenos y malos. Las gentes clamaban: "¡Jamás se vio cosa igual en Israel!" (Mt 9,32).
De esos gestos, la reflexión teológica posterior ha venido a fijar unos ritos que llamamos sacramentos. Vamos a ver cómo se desarrolló todo esto.
La palabra latina sacramentum significaba, en tiempos de los antiguos romanos, una promesa sagrada de fidelidad, simbolizada públicamente por un signo visible, como un depósito de dinero o un juramento de lealtad. Esa misma palabra latina se usaba para traducir la griega myste- rion, que hacía referencia a realidades ocultas o a ritos sagrados, como los realizados en las religiones mistéricas orientales.
El apologista Tertuliano (220) fue el primero en usar la palabra sacramento refiriéndose al bautismo, en el cual los iniciados hacían una promesa de fidelidad a Cristo. Durante la era patrística del siglo cuarto, los santos Padres empiezan a usar términos como "símbolo y realidad", y afirman que lo que le sucedió a Cristo en su misterio pascual, se vuelve a realizar, a semejanza, en los "iniciados". San Agustín (430) da un paso más decidido en la doctrina del sacramento y lo define como "un signo de algo sagrado" (Cartas, 138,1), y enumera estos sacramentos: bautismo, eucaristía, el misterio pascual, la imposición de las manos, la ordenación, la oración del Señor, el símbolo de la fe. San Isidoro de Sevilla (636), enumera sólo tres sacramentos, el bautismo, la eucaristía y la crismación, y enseñaba que, tras la apariencia de las cosas sensibles, usadas en esos ritos, Dios obra en secreto salvíficamente según el simbolismo de cada sacramento. Durante varios siglos los teólogos siguieron discutiendo y deliberando sobre cómo los sacramentos pueden ser al mismo tiempo signos y realidades salvíficas.
También los teólogos continuaron deliberando en el discernimiento de las acciones propiamente "sacramento" de otras llamadas "sacramentales". Pedro Damián (1072) afirmaba que había doce sacramentos: bautismo, crismación, unción de los enfermos, unción de un obispo, de un rey, de un canónigo, de monjes y ermitaños, la dedicación de una iglesia, confesión, consagración de las vírgenes y matrimonio. Pedro Abelardo (1142) empezó a distinguir entre sacramentos mayores y menores, y enumeraba cinco: bautismo, crismación, eucaristía, unción, y matrimonio. San Bernardo (1153) reconocía once, incluyendo el lavado de los pies. Por el siglo XII empieza a decirse que Jesús instituyó los sacramentos como parte integrante de su plan de salvación. Finalmente, Pedro Lombardo (1160) determina que el número de sacramentos son siete, y otros opinaban los mismo, ya que el número siete indica totalidad, inclusión; por ejemplo, en siete días terminó Dios la creación. Otros ejemplos aducidos eran: simbolismo de perfección cósmica: tres personas divinas y cuatro estaciones; esto indicaba que los siete sacramentos demostraban la presencia salvadora de Dios en todo tiempo.
Tomás de Aquino, siguiendo a Lombardo, enseñó que los sacramentos causan lo que significan, y el doctor angélico añade "causan gracia", esto es algo nuevo.
En el siglo XVI los Reformadores protestantes, criticando los abusos dados de simonía y de superstición, rechazando la noción escolástica de ofrecimiento de gracia a través de ritos eclesiásticos, y aplicando criterios bíblicos más rigurosos sobre si Cristo instituyó esos ritos, se quedaron sólo con el bautismo y la comunión. El concilio de Trento (1545- 1563) reafirmó la doctrina de los siete sacramentos, y reconoció la necesidad de reforma litúrgica; corrigió abusos, pero no resolvió las diferencias entre reformadores y católicos.
Modernamente los teólogos han continuado discutiendo mucho sobre la naturaleza de los sacramentos. Una de las interpretaciones más significativas ha sido la ofrecida por el teólogo Edward Schillebeekx, cuando habla de los sacramentos como "encuentros personales con Cristo"; según esa expresión, Cristo es el sacramento central. Los demás sacramentos son manifestaciones de este encuentro personal y "sacramento primordial". Efectivamente, ¿de qué le sirve a un cristiano recibir cualquier sacramento, si la relación personal con Cristo es fría, monótona o indiferente?
El Libro de Oración Común habla de "dos sacramentos mayores: el bautismo y la eucaristía" y "otros cinco ritos sacramentales: la confirmación, la ordenación, el matrimonio, la reconciliación de un penitente y la unción de los enfermos". Esta acepción va de acuerdo con la más sana tradición de la Iglesia.
Además de estos sacramentos, existen en la Iglesia unas acciones llamadas "sacramentales", que son signos simbólicos parecidos a los "sacramentos". Estas acciones no tienen un número limitado, son acciones eclesiales, y se pueden dividir en dos clases: acciones asociadas con los sacramentos, como la bendición del agua en el bautismo y del anillo en el matrimonio; y acciones relacionadas con otras actividades humanas, como la profesión solemne de un religioso, las rogativas, bendición de estatuas, casas, etc. La palabra "sacramental" apareció por vez primera en el siglo XII, pero algunas de estas costumbres ya existían desde los primeros años del cristianismo.


QUE SIGNIFICAN LOS SACRAMENTO.

Son signos externos y visibles de una gracia interna y espiritual, dados por Cristo como medios seguros y eficaces por medio de los cuales recibimos esa gracia.” LOC. Pag. 750

QUE ES EL BAUTZO

La palabra bautizo se deriva del verbo griego baptizein, que significa zambullida, sumergir. La zambullida en agua es símbolo de PURIFICACIÓN, al salir del agua el bautizado es “otra persona”.
En nuestra Iglesia bautizamos a todas las personas de cualquiera edad.

BAUTIZAR A UN HIJO(A) SIGNIFICA:

  • Plantearse seriamente su fe
  • Aceptar la Palabra con que Dios nos habló
  • Comprometerse a vivir según esta Palabra
  • Ver el mundo, la vida y a los hombres con una mirada nueva.

¿COMO PUEDE UN NIÑO RELIZAR TODO ESTO?

Un niño es un santo y no tiene nada que cambiar, es la expresión más tierna de Dios. Sin embargo, el niño no nace en la luna, sino en la tierra y en este mundo que el hombre desorganizó.
Al niño no tenemos que borrarle ningún pecado, lo que tenemos que hacer es “trasplantarle” en el mundo de Cristo, en la vida del Espíritu, que es el mundo de donde ha venido. Pero el niño es inocente, él no sabe nada son sus padres los que deben Injertarlo en el mundo de Dios, del que su hogar y sus personas, deben ser un fiel reflejo.
El compromiso no es del niño sino de sus padres y la comunidad.
El niño es como la tierra virgen en la que sembramos la semilla de la fe. El hogar, sus padres, la comunidad deben ser los cuidadores y cultivadores de esa semilla, si no es así nos convertimos en destructores de esas semillas. Al bautizar a nuestros hijos debemos ver si estamos dispuestos a cumplir con las promesas que hacemos hasta que el niño sea joven y se haga responsable de ella.
Si nuestro compromiso no es sincero, lo mejor es que dejemos las cosas como están y cuando el niño sea mayor que él vea qué es lo que hace con su vida.

* El bautismo cristiano es sobretodo un bautismo de seguimiento a Jesucristo. Mt 28; 18-2O “Vayan pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he enseñado a ustedes”

* No confundamos con el Bautizo de Jesús ¿Por qué?

1.         El bautismo de Jesús era dentro de la religión judía
2.         El bautismo de Jesús era un bautismo de conversión de penitencia. Aunque él no lo necesitaba.
3.            En el bautismo de Jesús, no se utilizó una formula como el bautismo cristiano, que se bautiza en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo.

* Si el bautismo cristiano es de seguimiento, significa entonces:

  • Obedecer todo lo que Jesús enseñó Mt. 28;20
  • “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Pues ustedes no han recibido un Espíritu de esclavitud que los lleve otra vez a tener miedo, sino el Espíritu que los hace hijos de Dios. Por este Espíritu nos dirigimos a Dios, diciendo; “¡Padre mío! Y este mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que ya, somos hijos de Dios”. Romanos; 8;14 - 16
  • Pues por la fe en Cristo Jesús todos ustedes son hijos de Dios, y por el bautismo han venido a estar unidos con Cristo y se encuentran revestidos de él”. Gálatas 3; 26 – 27
  • Por eso, así como aceptaron ustedes al Señor Jesucristo, así deben vivir unidos al él” Colosenses 2; 6
  • “El cuerpo humano, aunque está formado por muchas partes, es un solo cuerpo. Así también Cristo. Y de la misma manera, todos nosotros, judíos o no judíos, esclavos o libres, fuimos bautizados para formar un solo cuerpo por medio de un solo espíritu; y a todos se nos dio a beber de ese mismo Espíritu.” 1 Corintios 12; 12 – 13
  • “El bautismo no consiste en limpiar el cuerpo, sino en pedirle a Dios una conciencia limpia, y nos salva por la resurrección de Jesucristo.” 1 Pedro 3; 21b

SIGNOS Y SÍMBOLOS DEL BAUTIZO

  • El agua es algo que puede expresar muerte y vida, pero también purifica, limpia la suciedad y proporciona la limpieza.
  • La vestidura blanca, es la ausencia de toda mancha. Se utiliza para expresar y representar la nueva vida que no está manchada por nada.
  • La luz, Cristo es la Luz del mundo, es la verdad y la vida. Quien camina con Cristo camina en la verdad.
·         El crisma, es un aceite perfumado con el que se ungía a los sacerdotes, a los reyes, a los profetas, como señal de consagración. El bautizado es elegido, consagrado y participa de Cristo sacerdote, profeta y rey.


LA SANTA EUCARISTIA

Los textos eucarísticos del Nuevo Testamento

La documentación de textos, que el Nuevo Testamento nos ofrece acerca de la eucaristía, no es tan abundante como la que nos proporciona acerca del bautismo. Pero tiene la ventaja de ser lo suficientemente variada y rica como para poder hacernos una idea bastante clara de lo que represento la eucaristía para la iglesia primitiva.
Los textos eucarísticos del Nuevo Testamento se pueden distribuir en cinco apartados: 1) los textos sobre la institución (1 Cor 11,23-26; Mt 26,26-29; Mc 15,22-25; Lc 22,15-20). 2) los textos que se refieren a la realización de la eucaristía o su puesta en práctica (Hech 2,42-47; 20,7-12; cf. 27,35). 3) el pasaje fundamental de 1 Cor 11,17-34, en donde Pablo plantea y explica como una comunidad puede llegar a la anulación de la eucaristía. 4) la reflexión que el mismo Pablo hace en 1 Cor 10,14-22, donde explica como la eucaristía edifica a la iglesia como “cuerpo de Cristo”. 5) el discurso de la promesa (Jn 6,41-59), al que procede la multiplicación de los panes (Jn 6,1-21 y las palabras de Jesús sobre el “pan del cielo” o “pan de la vida” (Jn 6,22-40), que en la tradición judía representaba la Torá (ley).
Del conjunto de estos textos cabe deducir dos conclusiones, ya que todos ellos coinciden en dos cosas: 1) la eucaristía es un hecho comunitario, es decir no hay ni un solo texto en el que la eucaristía aparezca como un gesto individual, realizado por un individuo y para un individuo, sino que siempre se trata de algo que es compartido por un grupo. 2) la eucaristía es una comida y, por cierto, una comida compartida; lo que significa que no es una “cosa” santa y sagrada, sino una “acción” que lógicamente comporta un determinado simbolismo. Voy a desarrollar más detenidamente estas dos conclusiones.

La comida compartida.

Ante todo, esta claro que la eucaristía es esencialmente una comida. Así, en relación con la eucaristía, el verbo comer (esziô) se repite mas de treinta veces y el verbo beber (pinô) mas de diez veces. También resulta elocuente la utilización de las palabras pan (artos) y copa (potérion). No cabe duda que esta insistencia sobre la acción de comer y beber no es ocasional o accidental cuando se trata de intentar comprender lo que la eucaristía representa para los cristianos. Se puede, por tanto, afirmar que la eucaristía es esencialmente una comida.
Por otra parte, esta comida tiene una particularidad importante: se trata de una comida compartida, porque en ellos los comensales comen del mismo pan, que se parte y se reparte entre todos (Mt 26,26; Mc 14,22; Lc 22,10; 1 Cor 11,24); y todos beben de la misma copa, que pasa de boca en boca desde el primero hasta el ultimo (Mt 26,27; Mc 14,23; Lc 22,20; 1 Cor 11,25). Además, este gesto de compartir el mismo pan queda repetidamente afirmado cuando se habla de la eucaristía como “fracción del pan”, de manera que, en este sentido, resulta iluminador el uso del verbo kláo (partir), que siempre aparece en el Nuevo Testamento en contextos que dicen relación a la eucaristía. El hecho de partir el pan con otras personas aparece, pues, como un constitutivo de lo que en realidad fue la experiencia de la eucaristía para las primeras comunidades cristianas.

Las comidas de Jesús.

Pero la conducta de Jesús en esta materia va más lejos. El hecho de que Jesús instituyera la eucaristía en una comida (la cena de despedida), nos remite a una práctica de Jesús y de su comunidad que es algo muy significativo: los evangelios nos informan abundantemente de las comidas de Jesús y su grupo de discípulos. Y nos informan de esas comidas en contextos que son casi siempre polémicos: unas veces porque Jesús y sus discípulos no se ajustaban a las normas rituales y religiosas que todo judío observante debía tener en cuenta (Mc 7,2-5; Mt 12,21; Jn. 18,28); otras veces porque Jesús y su grupo compartían la mesa con descreídos, pecadores y gente indeseable(Mc 2,16 par; Lc 15,2); en otros casos porque la comunidad de Jesús no ayunaba precisamente en los días que eso estaba prescrito (Mc 2,17-18 par); y a veces también porque los enemigos de Jesús le acusaban de ser un comilón y un bebedor (Mt 11,18-19 par).
Obviamente, todo esto quiere decir que el hecho de comer no era una cosa intranscendente, desde el punto de vista religioso, para la sociedad en que vivía Jesús. La comida revestía un cierto carácter teológico. Y está claro que Jesús y su comunidad rompen con la teología establecida por aquel sistema religioso. Porque no le dan a la comida el carácter ritual que le otorgaban los judíos piadosos del tiempo. Y porque además Jesús practica sus comidas de tal manera que revisten un sentido verdaderamente revolucionario. ¿Por qué?
Muy sencillo: en la mentalidad judía, compartir la mesa significaba solidarizarse con los comensales. Por consiguiente, cuando Jesús come con los pecadores y descreídos, es decir con la gente que el sistema religioso rechazaba radicalmente, está indicando que el también rechaza aquel sistema. Para Jesús lo importante no es la observancia de los rituales religiosos, sino la solidaridad con los despreciados precisamente por la religión.
Pero hay algo más en todo este asunto. El evangelio de Lucas nos ha conservado unas palabras, que atribuye al propio Jesús, y que indican lo que la comunidad primitiva pensaba a este respecto: “Cuando des un banquete invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; y dichoso tu entonces porque no pueden pagarte, te pagaran cuando resuciten los justos” (Lc 14,13-14). Esta misma enseñanza se viene a repetir poco después, en la parábola del gran banquete (Lc 14,21 par). El verdadero sentido teológico de la comida compartida, según la enseñanza evangélica, está en que se trata de compartir la vida y solidarizarse con los pobres y desamparados de este mundo.
Ahora bien, este hecho guarda una relación directa con el sentido que debe tener la eucaristía para los creyentes. Por una razón que se comprende enseguida: hoy está fuera de duda que el relato de la institución de la eucaristía está construido con una referencia expresa muy marcada al acontecimiento de la pascua judía. Pero, por otra parte, sabemos que en la tradición judía de la cena pascual se destacaba la idea de la solidaridad con los pobres y desgraciados, hasta el punto de que se llamaba el “pan de los pobres” o también el “pan de la miseria”. Y eso es lo que se compartía en aquella cena.

El simbolismo de la comida

Si tenemos en cuenta, de una parte, que la cena eucarística se inscribe en el contexto más general de las comidas de Jesús y sus discípulos; y si, de otra parte, tomamos en consideración el sentido que de hecho tenía la cena pascual para los judíos de aquel tiempo, podemos lógicamente concluir que la cena eucarística implica esencialmente un simbolismo concreto: el simbolismo de la vida compartida. Porque, en efecto, en eso consiste el símbolo de la comida que se comparte. La comida es fuente de vida, es lo que mantiene y fortalece nuestra vida. Por consiguiente, compartir la misma comida es compartir la misma vida. Por eso, la comida y la bebida son consideradas como realidades “sacramentales” en no pocas religiones: la bebida desencadena una cierta corriente amorosa; la comida en común liga a los participantes. Pero al margen de estas significaciones propiamente sacrales, la experiencia cotidiana nos enseña que el hecho de sentarse a la misma mesa es vivido, en casi todas las culturas, como un gesto de participación amistosa e incluso amorosa.
Ahora bien, todo esto nos viene a indicar que la eucaristía tiene un sentido fundamental muy claro: ella es el símbolo que consagra el compromiso de compartir la misma vida que llevo Jesús; y también la misma vida entre los participantes. Con una especial referencia a compartir esa vida con los más pobres y desgraciados de este mundo.


Bibliografía

- LOS SACRAMENTOS DE LA FE CRISTIANA: Por Pbro. David Legters     Seminario San Pablo Merida, Mexico
Pequeño vocabulario de la Biblia W Gruen
Libro de Oración Común
Biblia Dios habla hoy
Rvdo. Canónico Daniel Caballero, como surgieron los sacramentos
Eucaristía: Justicia y vida, José María Castillo, 15 de mayo de 1991
Teología de los sacramentos: P. Raul Guaillas, CETE Quito- Ecuador, 2008



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